sábado, 15 de noviembre de 2014

Colin Miller

-Mira, no sé que quieres de mí, pero siento como que no debería permanecer a tu lado ni un segundo más. Algo me dice que no eres trigo limpio y no pienso quedarme a comprobarlo.
Con paso firme y decidido se alejó de aquel extraño anciano encapuchado con una túnica verde. No es la primera vez que tenía la sensación de conocer a alguien antes de que abriera la boca, y muy pocas veces se equivocaba.

Eran las seis y media de la tarde de una fría noche de invierno y el único pensamiento en la cabeza de Colin era llegar a casa antes de que se le helaran los huesos. Era lógico que a dieciséis de enero en plena ciudad de Nueva York hiciese esa temperatura, pero a él nunca le había gustado demasiado el frío. Por fin llegó al parking. Metió las bolsas de la compra en el maletero, entró en el vehículo y arrancó el motor.
Colin no vivía en la ciudad. No. A él eso del ruido y la contaminación no le iba. En su momento prefirió su casita aislada del mundo a 15 kilómetros del centro, y ahora seguía apoyando esa idea.
Llegó a su casa, sacó las bolsas del maletero, las colocó encima de la mesa de la cocina como pudo, y se tiró en el sofá.
De pronto oyó un ruido y aún con los ojos cerrados se incorporó. Miró el reloj. Las 3 y media. "Mierda, ya me he vuelto a quedar dormido."- se dijo. El ruido se volvió a repetir, esta vez más fuerte. Colin se levantó del sofá y a tientas buscó la linterna. Con mucho sigilo comenzó a subir las escaleras en dirección al cuarto de baño, de donde le pareció que provenía el ruido. Un escalón chirrió y Colin se maldijo por no haberlo arreglado en su momento. Pensó en encender la linterna, pero un pensamiento fugaz le vino a la mente; Si lo que había en su casa era un ladrón, no tenía que saber que él se hallaba dentro de la casa.
Con más rapidez que antes pero con el mismo sigilo bajo las escaleras, cogió su teléfono móvil y salió por la puerta principal.

-¿Policia? Sí, soy Colin Miller. Escuche, creo que hay un ladrón en mi casa. ¡No, claro que no le he visto! ¿Usted qué quiere? ¿Qué me maté?... Pues muchas gracias, mañana iré a comisaría a quejarme.

"Vaya mierda de policía. Qué si he visto al ladrón me preguntan. ¿Y si no lo he visto no pueden venir a ayudarme? De verdad, gente así me ponen enfermo"- murmura para sí.

De pronto se escucha un chillido. Un grito de... ¿mujer? No hay nadie en esa zona. Por eso mismo compró  la casa allí. Una sombra femenina apareció en la ventana de su habitación, y Colin decidió que era el momento de largarse de allí.
Al día siguiente, con plena luz del día, volvió a la casa, pero esta vez le acompañaba su amigo Louis. Él era policía de homicidios, e igual le sabía decir algo más que se le pasó ayer.
Subieron al piso de arriba y miraron por todas las habitaciones. No faltaba nada ni había rastro de ninguna mujer. Colin no entendía nada. Igual le faltaban horas de sueño y todo se lo había imaginado.
Fue a su habitación con intención de dormir un poco antes de preparar la comida. Abrió la puerta y sin quererlo un grito atronador salió de su boca.
Una mujer rubia, de cabello rubio y ondulado estaba tirada en el suelo justo debajo de la ventana. Tenía un papel pegado en la frente. Louis se acercó a ella y con mucho cuidado le despegó la nota.

"Esta mujer es Susana Tylor, la asesina más buscada en Nueva York. Ayer usted estuvo apunto de encontrarse con ella cara a cara cuando cometió la estupidez de subir al piso de arriba. Pero no lo hizo. Salió fuera de la casa a llamar a la policía, momento que ella aprovechó para apuntarle con su arma desde esta misma ventana. Por suerte yo estaba aquí, y la maté antes de que ella le matase a usted. Ha tenido mucha suerte, pero no siempre será así..."

Louis miró a su amigo. Estaba pálido y no conseguía articular palabra. De pronto Colin se percató de una cosa. Susana Tylor estaba completamente desnuda pero una manta la cubría.
Se acercó hasta ella y con mucho cuidado le quitó la prenda, justo a tiempo para darse cuenta de que no era una manta. Era una túnica verde.

-Velc

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